Una sociedad se sostiene no sólo de gobiernos o instituciones, también de ciertas fantasías sobre lo que es la impunidad y la justicia, las cuales marcan los alcances para pensar y actuar. La fuga de Joaquín El Chapo Guzmán Loera es ahora esa gran fantasía de coyuntura; el “tema” que pone en marcha la capacidad mediática de una sociedad para aceptar sus propios límites, cierta risa popular que se expresa en “memes”, comentarios, chistes, historias que desafían la ficción política de la segunda fuga de El Chapo Guzmán, que ilustran brutalmente la renovación del humor en tiempos de agonía y lo grotesco, para interpretar el extravío absoluto del gobierno de Enrique Peña Nieto y la rutina de las respuestas gubernamentales a acontecimientos inaceptables como el escape del capo del penal de máxima seguridad del Altiplano en Almoloya de Juárez.
Un video: Joaquin Guzmán Loera paseándose por su celda, en el claroscuro, su figura en los momentos previos a la “fuga”. Son dos minutos de extrema concentración de significado: la teoría espontánea de la regadera y del túnel en la celda, una escena de la vida contemporánea de un México criminalizado en su percepción de la realidad. El máximo caudillo del crimen organizado se prepara para desafiar al régimen o para cumplir el pacto de impunidad entre el Estado mexicano y el Cártel de Sinaloa, o bien para “distraer” a la sociedad mexicana de lo verdaderamente importante o hacer crecer el gran archivo de lo inverosímil en materia de justicia o para simplemente fugarse por segunda ocasión ante la mirada atónita de una sociedad estandarizada ya en su capacidad de indignación.
Miguel Osorio Chong, secretario de Gobernación, trata de cumplir con el mandato mediático gubernamental ante la avalancha de señalamientos críticos y ante el naufragio del gobierno de Peña Nieto en materia de verosimilitud: declarar es igual a aceptar y no cuestionar la “realidad”. El acaparamiento de la verdad, a través de la repetición gubernamental, es decir, evitar que la segunda fuga de El Chapo adquiera la dimensión histórica de lo irreparable en materia de justicia y deje su propia verdad sin concesiones: el gobierno de Enrique Peña Nieto ha terminado, está agotado, extraviado en sus vuelos trasatlánticos que buscan la artificial aceptación internacional de una política fracasada en su intento de restaurar la mezcla explosiva entre priísmo y neoliberalismo.
Osorio Chong finta, retrocede, duda, proyecta la “esencia” del régimen y es obligado a regresar de la gira presidencial por Francia; declara que la segunda fuga de El Chapo se debió a “cuestiones” de derechos humanos y respeto a su “intimidad”: había dos “puntos ciegos” en la celda que hicieron posible la fuga. “Por razones de derechos humanos, la videovigilancia (del penal) tenía dos puntos ciegos”; “la CNDH no permite el uso de brazaletes dentro de las cárceles” (Aristegui Noticias). Osorio se retracta horas después mediante un comunicado: “El respeto a los derechos humanos de ninguna manera fue causa de la evasión de Joaquín Guzmán Loera”, pero la “cripta normativa” del gobierno de Peña Nieto ya está en redes sociales y es imparable la interpretación básica sobre la fuga de El Chapo Guzmán: ni seguridad, ni justicia, ni derechos humanos. El gobierno de Peña Nieto, por omisión o por complicidad, es el principal sospechoso en la suma de responsabilidad y alianzas que permitieron la segunda fuga del capo mexicano.
En El 18 Brumario de Luis Bonaparte, Karl Marx escribe: “Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, por decirlo, dos veces. Sin embargo, se olvidó de agregar: una vez como tragedia y otra vez, como farsa”. Tal parece que en México se ha alterado esta célebre sentencia de Marx: El Chapo Guzmán, el delincuente más “peligroso” de México y quizás de “Occidente”, se ha fugado dos veces de prisión, bajo un régimen también de repetición alucinada, la vuelta del PRI como partido de Estado y bajo las alas de la restauración de un neoliberalismo en su fase de criminalización de toda la economía. La historia y sus figuras aparecen tres veces en México, la primera como farsa y la segunda vez como acumulación de farsas o como melodrama, y la tercera, quizás, se expresará finalmente como tragedia.
En suma, si las interpretaciones, especulaciones y detalles de la segunda fuga de El Chapo pueden ser múltiples, contradictorios, inverosímiles, casi mitología informativa, nos dejan también su certeza sobre el significado de nuestro tiempo: la impunidad acumulada del Estado mexicano, el desmoronamiento funcional de su credibilidad y de las instituciones de justicia y del todo el sistema penal, la indolencia de una sociedad que no identifica en este hecho las marcas de su propia miseria.
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